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Del escritorio del general de División FRANCISCO BERMUDEZ AMADO
Estampa: El Voto
El llamado gueto, favela, montaña, ladera, zona marginal u otros nombres que se les da a los “asentamientos humanos”, son el reflejo de la inconsistencia política de nuestros sistemas. El caserío, la aldea, la villa o el municipio son la viva representación de la estructuralización social, mediante los espacios de sub-convivencia, creados para generar un orden o supuesto orden, un espacio más de orden político-legal, que estadios de preferencia comunitaria en la búsqueda de su prosperidad. El voto como sustantivo de mercadeo electoral cobra vigencia al ser un ente un ¡sustantivo! ¡Mi voto!
El voto, se encauza a ser los votos, a identificar una preferencia y debe de conducir a ser ¡mi voto! soy libre y responsable de otorgarlo. La pretensión de disponer de más votos electorales para sus campañas políticas ha generado esas migraciones a centros de desarrollo, identificados estos como municipios, cabeceras departamentales, ciudades de primer orden u otras ciudades en donde el interés del voto se hace más urgente o presente. En los asentamientos de pobreza, son con los cuales se garantizan un caudal electoral que les permite continuar con su vida de falsos políticos.
El discurso del voto, es aquel que escuchamos, en donde prevalecen las dadivas, obsequios y prebendas, el voto, es el sustantivo principal, originando la preferencia electoral. Lo que ha permitido generar sistemas en la administración pública que accedan a obtener presupuestos sujetos de ser utilizados para compras variados bienes, destinados a ser regalados. Este sistema se ha diversificado de tal forma que en las administraciones públicas de
l estado, se incluyen todo tipo de bienes y servicios, los cuales están destinados a ser obsequiados por los votos en jornadas electoreras. La necesidad del pueblo determina en forma subregional y cultural como el voto se hará real.
Del voto afloran magnas variedades de artículos, desde la diversidad de semillas, fertilizantes, machetes, azadones, bombas de fumigar y todo tipo de enseres para los campesinos hasta la expectativa de proyectos de gestión agrícola, tecnología de producción, mejorías de las tierras para cultivar y otras de ingenio y falsedad. El voto inventa bolsas de alimentos, bonos en efectivo, becas en efectivo, bolsas educativas, láminas, madera para construcción y muchas otras cosas para hombres y mujeres. Las mujeres, que se han vuelto un blanco de oportunidad electoral sobre todo en los estratos de mayor pobreza e ignorancia. La intención del voto electoral ha llegado a facilitar utensilios deportivos, pelotas, uniformes y  zapatos, para atraer a los más jóvenes; por el ansiado voto se regalan juegos de salón, de entretención y todo aquello que se les ocurra.
Cuando la temporalidad llama al voto y se enciende el evento proselitista, los asaltadores del voto, necesario para la elección, inician jornadas de regalos y regalos y más regalos, despilfarrando no sus haberes, por el contrario en muchos casos los erarios nacionales. Siendo el voto el artista principal de la comedia electoral y sus víctimas los hacedores de grandes filas y porristas que acuden a la presentación de las reclamaciones del voto, con la esperanza que el voto les dé gorras y playeras.
El voto como actor principal de la contienda se reviste de un atuendo encantador y pretende influir en la necesidad del cándido elector. Es el voto el sortilegio con el cuan el pueblo sigue siendo engatusado y manipulado con falsas expectativas y ha terminado con sus esperanzas.



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