El viento sopla y la conciencia vuela


Del escritorio del General Francisco Bermúdez Amado.
El viento sopla y la conciencia vuela
Los altos y fornidos parales, se tornan irrefutables, son altos y erguidos su envergadura es incuestionable, su altivez engaña y su fortaleza intimida. Son sus expresivos ademanes señal de grandeza y consistencias, y su singular creatividad diseño de robustez y vigor.
Los valles son su refugio y su visión engendra su altivez y diseño. Son lo que son, mareas de torbellinos incalculables, mares de colorido inconfundible son lo que son, frondosidades altivas y unitarias de gran envergadura y permanencia.
Los bosques son eso, inconsolables laberintos de ternura y opacidad, remansos de poder y de historia, insoslayables aparejos de incertidumbre y vida.
El viento los conjuga y arremete, mostrando sus más variadas facetas, su esplendor se engalana con el silbido del fenómeno climático.  En el conjunto, el soplar se entre juega con sus brazos y extensiones, sus hojas cayendo y su rugir ante el incontenible torrente. Son la conjunción de vida y grandeza.
El líquido vital los irriga pero también es su producto, son el uno para el otro, a más de unos, más de lo otro. Entre todos delinean el entorno y le dan vida a la orografía terrenal.
Frontispicios de natura, colosos de la vida y espíritu de la materia. Son vida cotidiana y ancestral sabiduría. El conjunto es similar al desconjunto y su vivacidad es creativa en cuanto a su crecimiento, son robustos y complejos, hijos y nietos que emergen en consistencia, son la unidad, son familia. Es su territorio, son un conjunto de criaturas, sumergidas en un entorno y coincidencia, amorfa, más bien morfa.
¿Y los humanos que? Somos los amorfos sin orden y distinción, o somos bosques ordenados y simétricos, por nuestra naturaleza, relación y cuestión. Somos lo que somos, altivos y genéricos, ordenados en el desorden y consistentes en la inconsistencia.
Somos la encomienda y la repartición, la iniciativa y la solución, lo constante y lo disoluto. Somos la etimología y el devenir, la racionalidad y la irreverencia. Somos lo que somos, humanos.
Nuestros genes son relevantes, ecuacionales y sobre todo racionales, la evolución, sin cuestión y sin medición, somos la creación, somos el origen y no la conclusión.
Treguas y cognición, son equidistantes, solución y afirmación, somos la conclusión y no el cuestionamiento. Somos la armonía indireccionable, mas siempre en la senda, impredecibles, inquietos, suspicaces y ante todo experimentales.
Volamos y cuestionamos, volamos y disfrutamos, pero volamos y amamos, falas contubernio. Amar, es volar y amar es conciencia de vivir, solo juntos volamos y amamos, somos la pareja del universo, la confrontación de sentimientos y de actitudes. Reverencias y acomodos de liturgia existencial.

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