La singularidad de nuestro quehacer político guatemalteco.
La singularidad de nuestro
quehacer político guatemalteco
Del escritorio del: General
de División Francisco Bermúdez A.
Es previsible o
deducible, según el enfoque filosófico, el accionar de nuestros movimientos o
gesticulaciones sociales, torneados de sus más inverosímiles factores de
indefinición, somos el producto de una actitud dubitativa secular y por sobre
todo anular, las expresiones culturales tienden a definir nuestra razón de ser
conjugándose con las corrientes extra societarias que nos invaden, somos
fáciles de inducir y conflagrar. Una
sociedad fragmentada por los intereses del poder, disfrazado de reivindicaciones
de todo tipo, conquista, desplazamiento, marginalización y racismo. Similares
adjetivos pueden ser usados en cualquier país o estado del orbe. Somos los
estados modernos producto del sincretismo social derivado de la Geocultura y la
Geopolítica mundial e histórica, no son estados homogéneos socialmente, por el
contrario producto de las invasiones, migraciones y colonizaciones. Lo que nos cohesiona son actitudes y
legislaciones universales, personalistas y de coyunturas, resumidos en
intereses de orden económico, social y político.
Los movientes
políticos por su parte se centran en la toma del poder, para lo cual generan
una oferta electoral que les permita convencer a la ciudadanía de que son la
mejor opción. Fenómeno de ocurrencia en
todas las democracias occidentales, hoy día asediadas por el populismo,
corrupción, insatisfacción y el desinterés ciudadano en torno a sus
responsabilidades y sus derechos. Los partidos políticos, en aras de la
obtención del poder, buscan identificar las principales apetencias del
ciudadano y en base a estas, generan la oferta y seleccionan el candidato
idóneo para tales compromisos. Se ha
incurrido en el error de liderazgo, en la selección del personaje que atraiga
el interés del votante, no importando su calidad moral o sus instrumentos de
sapiencia que lo acompañen. El mercadeo político es lo que priva en una
sociedad que ha sido motivada en las últimas dos o tres décadas por el imperio
de los medios de comunicación y el network.
Reafirmando que somos una sociedad que nos gusta el espectáculo, en la
cual el comentarista, el crítico y el periodista, pasaron a pretender ser los
expertos en los temas que atañen a los cientistas, filósofos, politólogos y
leguleyos.
La fatalidad se
orienta a una singular apatía y candidez en la ciudadanía, repito ciudadanía,
que ha sido poca observante del quehacer político nacional, dejándose engatusar
por los cada vez más despropósitos de oferta electoral. Sin profundizar con
sabiduría en los verdaderos fines del estado, del gobierno y sus instituciones.
Permitiendo un gobierno que bajo las premisas de derechos sociales al
bienestar, educación y salud, para mencionar solo estos de la larga lista de
pretensiones dispares, se han convertido en los principales compradores y
regaladores de bienes, dinero y servicios del estado. Engendrando un aparato corruptivo que en
forma transversal coapta al estado. El estado benefactor, paso a ser el estado
regalón.
Complicidad, en la
definición legal del estado, o insolvencia en las atribuciones que se pretenden
del estado. La quiebra estatal está ligada directamente, a: pocos
contribuyentes, muchas demandas. La norma básica es, todos los ciudadanos
contribuyen al estado, para garantizar un flujo de capital que permita
contribuir a las demandas. Partiendo del tipo de estado que defina la sociedad,
un estado benefactor, que es la premisa de la social democracia, y cuyos
parámetros son ampliamente definidos por los filósofos políticos y sociales.
Permite el acompañamiento a las clases sociales más necesitadas, en sufragar
ciertos gastos de su quehacer ciudadano, subsidios al transporte, la energía,
los alimentos, los servicios de salud, educación y recreación, entre otros. El modelo ha sido ampliamente puesto en
ejecución y me parece que no hay un estado que no tenga parte de este modelo en
práctica. El estado guatemalteco particularmente, y a partir de la última
constitución de 1986, incorporo una serie de mandatos, en torno a servicios a
ser provistos por el estado, así como a las libertades labórales principalmente,
las sindicales, que en su usufructo han cooptado al estado, con sus pactos
colectivos y sus redes de privilegios y corrupción institucional. Identificando
que la gestión pública atraviesa por una de sus peores crisis de corrupción y
anarquía, a todos los niveles del quehacer burocrático nacional. Todo esto bajo
criterios de la corrupción debe ser para todos, bonos extraordinarios,
ampliación de vacaciones, inamovilidad de los puestos, negación a las
evaluaciones, puestos hereditarios, privilegios a los dirigentes sindicales, no
asistencia, carro, gasolina, viáticos exorbitantes, y un sin número de atrofias
organizativas, que han logrado la corrupción del concepto sindicalistas. Tratando
de emular la corrupción manifiesta en los directivos de la gestión pública.
Las crisis
estatales en varias latitudes, se dan por el fracaso del estado benefactor, el
agotamiento financiero y la desmedida exigencia de gratuidad por parte de la
sociedad impulsan el desbalance en las finanzas y avivan la corrupción y los
privilegios.
Y que decir en este
desgobierno y confrontación ideológica sobre los grandes intereses nacionales,
han pasado en la diatriba a un segundo plano, generando las mayores
insensateces y argumentaciones en torno a su eficiente y eficaz consecución.
Consecuentemente limitando el poder legalmente constituido y subyugando el real
beneficio a la mezquindad y la demagogia socializante. La clara expresión de lo
mencionado, lo identificamos en los postulados del llamado socialismo del siglo
XXI, que enarbolan algunas sociedades del continente americano, y cuyos
resultados no han sido variables de progreso, por el contrario, de una
corrupción sin precedentes y de la agudización de la problemática social, la
pobreza y el desarraigo. Singularidad que algunos líderes pretenden
ejemplificar y adoptar como sus grandes propuestas de conducción estatal.
Nada más alejado
del buen quehacer gubernamental, en torno a ser un administrador de la cosa
pública, con detenimiento a las grandes funciones impuestas por el estado
nacional moderno. Justicias igualitaria, sin distinción de credos, religiones,
razas o condición social, rezan los preámbulos constitutivos. Proveer seguridad
y orden social en el quehacer de la vida nacional, para garantizar la vida, la
propiedad privada y el bien público, derechos inalienables de la condición
humana y coforjadores del estado democrático y de la república, acordes a la
filosofía política occidental y al real entender de la convivencia en paz y
prosperidad social.
La reconstrucción
del estado republicano guatemalteco debiera cimentarse con las premisas de la
libertad, la responsabilidad ciudadana, el respeto a la propiedad privada, la
justicia igualitaria y pronta y una consideración de orden primario como lo es
la subsidiaridad colectiva a los grupos menos favorecidos. Premisas que deben
ser imbuidas por el esfuerzo laborioso, los valores consuetudinarios de la
cultura que hemos forjado comúnmente.
La solidaridad
social, no debe confundirse con las dadivas, o acciones paliativas para
encubrir la falta de estrategias reales de desarrollo y crecimiento económico,
camino vital para alcanzar la prosperidad y el orden social. Las causales de la
pobreza y el desarraigo no se solucionan con las dadivas, las cuales únicamente
producen demagogia y corrupción. La
ausencia de leyes o reglas claras, simples y fáciles de aplicar, conllevan
ineludiblemente a la corrupción.
Construyamos el
estado bajo premisas claras: todos somos iguales ante Dios y las leyes; Todos
somos en la individualidad, el conjunto del conglomerado social; los bienes
deben ser respetados bajo el criterio ciudadano individual; la cultura es una
riqueza que nos enorgullece y forma a todos, pero es un bien subjetivo al igual
que la religión, las artes y el ocio, no son sujetos de propiedad ni individual
ni colectiva; La sociedad es producto del sincretismo y la heterogeneidad y se
fundamente en el tiempo, la historia y los fenómenos humanos de
desenvolvimiento y concentración geográfica, geopolítica y geoeconomía.
Solo la orientación
estratégica permite al estadista plasmar su visión y por medio de su liderazgo
seducir a los ciudadanos para alcanzar los objetivos de prosperidad y
convivencia social.
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