Del Coronavirus a la Guerra Política



 



Del escritorio del: General y Licenciado FRANCISCO BERMÚDEZ A.

Del Coronavirus a la Guerra Política

“El hombre solo desea la parte agradable de la verdad, aquellas que le es favorable para el mantenimiento de su vida” Freud.

La crisis Covid-19, se fundamenta a la premisa de la finitud, la mayor preocupación del humano, de qué depende su vida y cuándo está se finaliza. Despertando con ello el influjo de sus mayores temores y suspicacias. Las comunicaciones expuestas con la globalización de la pandemia han provocado una psicosis existencial en niveles recientemente no experimentados y de similares causales y consecuencias, infligiendo una clara duda en torno a los matices de peligrosidad en que se ve afectada ésta finitud, en su entorno directo, yo, tu, ellos.

La credibilidad en sus autoridades se ve cuestionada por esta condición directa ante su existencia, razonable y comprensible. Pero surge también otra psicosis existencial, la laboral y de sobrevivencia en un mundo de consumo y monetizado. Develando esta situación las flagrantes carencias sociales en muchos de los países atacados virulentamente, en donde emergen las condiciones de sobrevivencia (diaria) en las que conviven muchas familias y grupos específicos de las sociedades. De esta escenografía, salud-trabajo se desentrañan una serie de amenazas latentes al espíritu de sobrevivencia humano.

Viéndose potencializados estos temores con la excesiva generación de información en las redes sociales y por los medios de comunicación, muchas verdades, verdades a medias y otras mentiras o desinformaciones.  Involucrándose esta diatriba comunicacional en los aspectos comparativos interculturales, e interestatales: que hace fulano, que hacen en tal lugar y que acciones están tomando en tal país o región, sin detenerse a sopesar la realidad y eficacia de tales acciones.
Las estadísticas son claras y las organizaciones, tanto mundiales, regionales o estatales, se manifiestan en torno a las fases y acciones pertinentes a tomar. De estas acciones experimentadas en la crisis, la “cuarentena” demuestra ser un mecanismo para evitar la transmisión del virus, generando en primera instancia el aislamiento social (confinamiento al hogar o residencia), pero también al cierre temporal de ciertos negocios, industrias que no son de carácter esencial ante la crisis y aquellas que le dan sustentación productiva a la economía nacional, claro ejemplo la industria del ocio: turismo, hotelería, cines, teatros, restaurantes, bares, centros comerciales e incluso las de orden religioso y otras más.

Encaminados a la parte legal surge una medida más restrictiva lo que se conoce como “Estado de Sitio”. De la definición legal de “Estado de Sitio” se dicen muchas acepciones, cada país tiene sus leyes y regulaciones específicas, sin embargo el fin último es ejercer normativas de control social con la finalidad de atajar una crisis específica. Esta singularidad, se contempla en las constituciones desde diferentes enfoques, pero el fin ulterior es la protección de la ciudadanía ante un desafío que atenta contra la vida (en el peor de los casos) o bien con la propósito de restablecer el orden social perdido, por circunstancias particulares. El consabido “Estado de Derecho” o estado de legalidad, de normativas, de controles o más específico de orden, se implanta cuando la situación imperante, genera condiciones improcedentes para la gran mayoría de los ciudadanos. La teoría política (arte de gobernar) es extensa en sus aproximaciones y en sus metodologías, lo esencial es, a entender, la protección del conglomerado.
Estos mecanismos socialmente legales varían en sus fines y propósitos, en términos generales, se establecen cuando hay calamidad pública y cuando hay un estado de guerra, existiendo un abanico de opciones (según lo legislado). De ellos derivan las afirmaciones en cuanto a que el Estado ejerce el monopolio de la fuerza coercitiva en una sociedad. Es precisamente esta definición facultativa la que otorga esta privación de ciertas libertades, bajo la premisa de un bien superior. Siendo, sin duda, de cumplimiento obligatorio y en muchos casos existiendo sanciones de orden civil o penal para forzar el cumplimiento de tales disposiciones.

La libertad es un derecho de las sociedades democráticas y taxativamente “libres”, estas se manifiestan por sus leyes y su forma de gobierno, orientando las acciones gubernamentales al privilegio ciudadano de su libertad. Que por supuesto incluye la libre emisión del pensamiento como baluarte de la democracia liberal. En forma muy general se puede identificar como las acciones individuales que no perjudican a otros miembros del conglomerado.  Estas facultades se fundamentan legalmente, pero son sujetas: de la confianza, credibilidad y determinación de la autoridad.
El objetivo fundacional del Estado Moderno y Democrático, es la salvaguarda de sus ciudadanos: sus principios, valores e identidades culturales. Esto conlleva a una mutua aceptación de ambas partes, el soberano ciudadano y sus elegidos funcionarios, que hacen cumplir la ley. Esta acción de delegar, otorga la finalidad de regular en ciertos momentos las libertades individuales y colectivas, según el caso constitutivo.
La situación que vivimos en el mundo, producto de la pandemia virulenta (Covid 19), ha hecho suspender derechos intrínsecos del ciudadano, su movilidad, su intervención y sobre todo sus facultades de subsanar su diario vivir, mediante su esfuerzo laboral, éste de cualquier índole.  

Constituyendo una situación “sui generis” modernamente experimentada,  una pandemia que marca un hito en las relaciones sociales, y en la experimentación médica, así mismo en la gestión gubernativa, pero sobre todo que está poniendo en vilo las capacidades de muchos de nuestros países ante su afección y mortandad, hasta hoy no controlada.
Generando su afección dos problemas cruciales, como ya la enunciáramos,  para los objetivos vitales de un Estado, la vida de sus ciudadanos y la estabilidad económica del 

Estado mismo. Excepción que debe considerarse en suma cero, se atiende una y se pierde en la otra. Obviamente la vida es fundamental y hacia este objetivo se dirigen todos o casi todos los mecanismos de respuesta. Con atención especial a que las medidas “disciplinarias” impuestas de aislamiento y no contacto social, están desbordando la paciencia y la conciencia ciudadana. Convirtiéndose en una clásica decisión ética del liderazgo estatal, ponderando las medidas a implantar y a sostener en términos de la permanencia del Estado-Sociedad. Casos similares se han vivido en el recorrido histórico, sin embargo en estos momentos, las comunicaciones, de todo tipo, hacen mucho más virulento el proceso de decisión.
Observamos como ciudadanos, que está virulencia, se traslada al ámbito político, y en esté los intereses son mucho más disimiles y poco ortodoxos en algunos casos. Convirtiendo la crisis en una disputa ideológica y de pensamiento obtuso hacia alcanzar las simpatías políticas, más que los claros intereses ciudadanos. La desinformación en redes sociales ha hecho pánico y embaucado la buena voluntad ciudadana, emergiendo las más diversas teorías conspirativas (como decía mi abuela: no hay que creer, pero tampoco dejar de creer) y desenfocando los verdaderos objetivos de la intención manifiesta del liderazgo gubernativo.

Es evidente y estudiado dentro de los diferentes mecanismos de guerra, las guerras, químicas, biológicas y radioactivas, de cuyos casos hemos tenido conocimiento desde el siglo pasado y en los albores del presente. Como ciudadanos estamos siendo presas de la desinformación, “news fake “y el oportunismo. La avalancha socialista radical, se manifiesta, con la guerra de masas, la guerra de desinformación y desencadena una guerra política de consecuencias insospechadas. Llevándonos, a muchos países a una disyuntiva existencial del Estado. El aprovechamiento tanto político como económico no se ha hecho esperar, desatado en el liderazgo político una gran responsabilidad, de transparencia y del pleno ejercicio de las decisiones éticas, de orden constitutivo y de garantizar sobre todo, las  consecuencias del bienestar social, en todo el orden legal establecido, incluyendo insisto la libre emisión del pensamiento. Convocar a una aceptación de las facultades delegadas democráticamente en el liderazgo político, es una responsabilidad ciudadana.

Siendo la crisis producto de una pandemia mundial, y desfigurando todas las posibilidades de su imperativo, debemos en primer orden solidarizarnos con nuestros ciudadanos, y proveerles los recursos necesarios para la contingencia sanitaria-laboral, esto es sine-cuanon. Visualizando una segunda acción en torno al aseguramiento de nuestra población en prevención a dislocaciones sociales posteriores o de nuestras vecindades estatales. Una tercera aproximación es la solidaridad subregional y Americana, como parte de nuestros acuerdos efectivos. En torno a prever cualquier escenario que se pueda discurrir de esta crisis.  Esta aproximación nos conduce a la propuesta de solución de nuestros organismos Americanos (OEA) y mundiales (UN), precisando con ello una certeza de cooperación y responsabilidad internacional. Lo esencial en el panorama es la anticipación de “estrategias de contención” que garanticen nuestros objetivos nacionales y compromisos en la seguridad preventiva continental y mundial.

Acudir a la institucionalidad estatal, al buen liderazgo sobre las agencias facultadas para intervenir y solucionar o conducir la situación imperante, es cuestión de convicción ciudadana, lo otro es oportunismo, guerra política, ante el coronavirus o cualquier discrepancia internacional.

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