Fabricantes de miseria.
La burla de los acuerdos de paz
La arrogancia intelectual marxista se hizo presente en un escenario de por si viciado. Las ínfulas del conocimiento sobre, ¿Qué es lo que el pueblo quiere? Y el atribuirse la voz de los necesitados, oprimidos y de los sin voz, ha sido una característica del pensamiento izquierdista extremo en nuestro continente iberoamericano.
Los movimientos insurgentes pro marxistas, léase pro URSS, pro China y pro Cuba entre otros, fueron los arrogantes del pensamiento sobre el desarrollo y las políticas sociales. Con un elaborado discurso, por cierto impulsado por falacias ad misericordiam y ad populis, fueron construidos para motivar el corazón y no la razón. Estos movimientos guerrilleros de las llamadas "revoluciones sociales" integrados en su mayoría por jóvenes de clase media estudiantes de universidades estatales y de centros educativos religiosos, identificando la pobreza como unas herramienta de concientización ideológica para encausar sus pretensiones de la toma del poder popular. La dictadura del proletariado.
El poder político ha sido el móvil de todo el quehacer de las elites, tanto de izquierda como de derecha. Esta toma del poder se justifica en las acciones o propuestas que se esgrimen como parte del discurso.
La guerra es una acción política para la toma del poder. La guerra es la confrontación de intereses en disputa. La guerra persigue consolidar la paz como fin último de la vida en sociedad.
La paz se construye con la armonización de los intereses en conflicto o con la derrota de uno de ellos, en este caso se refiere a los métodos de ejercicio del poder, por un lado el sistema totalitario en donde el estado es el gestor y controlador de todo y, el otro en el cual el individuo es el promotor de todo y el estado es limitado a aquellas funciones que son inherentes a la gestión, el estado de legalidad, la defensa y el ejercicio del poder de las armas para la defensa y el orden estatal.
En el caso Guatemalteco el accionar del estado se enmarcó en los preceptos de la constitución y las leyes vigentes y se derroto al enemigo, lo procedente era una amnistía para la incorporación de los disidentes a la vida legal.
Llevar siete acuerdos a la mesa de negociación formada por integrantes del grupo comunista terrorista de URNG no era gestar un acuerdo de amnistía, fue darles un poder que no tenían y que por el contrario contravenía el sistema legal nacional. El poder político impulsado y custodiado por el ejército traiciono no solo al propio ejército sino al pueblo de Guatemala.
Veinte años han pasado de la firma de la paz, que se forjó en su momento entre secuestros, extorciones y mentiras por parte de URNG quienes haciendo gala de su inclinación delictiva e ideológica, antepusieron los claros intereses del pueblo, por salvaguardar su integridad y beneficios económicos y según ellos un redito político obtenido por su lucha armada. Nada más falso, su redito político ha sido un fracaso los últimos treinta años, nunca lograron más allá de siete escaños en el congreso y los partidos creados bajo su sombra no lograron alcanzar mayores éxitos. De hecho los partidos que los apoyaron fueron desapareciendo uno a uno.
Las políticas de soporte social, étnico y cultural que se impulsaron han sido un fracaso. Tanto los programas de resarcimiento monetario como los programas de cesión, compra y arrendamiento de tierras han fracasado. Una lección sacamos de ellos, corrupción. Los programas de “la paz”, tanto de la secretaria como del fondo, han sido fuente de corrupción. En términos generales hoy día, todo lo que es relativo a la paz, es corrupción.
¿Y el pueblo? ¡Quienes son el motivo aparente de todo! según los izquierdistas extremos, continua en una constante agonía, la salud publica deja su cicatriz en todo el conglomerado social, al ser incapaces de viabilizar y gestionar proyectos reales y conscientes de asistencia en salubridad para las comunidades. La educación pública es presa del sistema anacrónico defendido y abstraído por el sindicalismo izquierdista extremo, cuya conclusión es, corrupción.
Treinta años de destinar grandes cantidades de dinero del presupuesto nacional para la salud, la educación y las políticas sociales, pero sobre todo a la corrupción. Esta es la herencia de la paz y la gestión política corrupta de estas dos o tres décadas.
¡Fabricantes de miseria! Es quizás el epilogo de ésta disque celebración. Cuyo propósito sigue siendo el mismo, la lucha ideológica por el poder y los haberes de la nación.
La justicia dejó de ser justa y pasó a ser institucionalizada por la izquierda extrema, cuyo propósito es ejercer el poder real, mediante la judicialización de la política y todas las actividades de la vida nacional. Acción que pone en el umbral de la inestabilidad al estado y la propia paz que pregonan.
¿Es la paz un fin último? No. La paz es un estadío permanente, que se fundamente en el orden, la seguridad y la prosperidad. La paz, no es, producto de un papel firmado por arrogantes que incluso develaron un “monumento a La Paz” conformado por dos manos izquierdas burla gráfica y antesala de una mayor discordia social. La Paz deviene de la búsqueda individual de los satisfactores esenciales y de la responsabilidad.
Parafraseando a Churchil el que se adelanta a negociar una paz, tendrá la humillación y tendrá la guerra. Esta es la realidad en nuestro país, se sesgaron las armas, que es ganancia, pero la guerra continuo por otros medios. Al nivel de hoy día, ha sido tomadas las instituciones que conforman el sistema de justicia y desde esa trinchera atacan a sus contrincantes liberales, sus vencedores en el campo de batalla.
¡La Paz! Hay que renegociarla, pero no con URNG, hay que construirla con el pueblo de Guatemala, con los verdaderos ciudadanos amantes de la libertad, pero sobre todo con ciudadanos responsables.
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